Epílogo
Epílogo
El texto que tenía pensado, como ustedes se estarán imaginando, como ustedes han sabido desde siempre, la verdad, hablaba sobre Burro. Este Burro se despertaba otra vez en medio del viejo tablero, y como tenía conciencia de no ser pieza, se echaba a andar a su manera. De modo que Burro -de más está decir que trastabillando- debía avanzar por zonas atrozmente blancas y atrozmente negras.
Pero el desarrollo del proyecto labarquiano me hizo dar una serie de tumbos: quise apoyarme en la sospechosa comicidad de la filosofía herderiana, en los testimonios de Mariano Latorre (al que amedrentaban los “rostros aindiados” de los maulinos), en la diatriba del poeta Anguita contra quienes insistían en hacer “la apología de lo propio”. Traté de buscarle asidero posmoderno a esas viejas teorías que decretaban la acción (de)formadora del medio. Consulté tratados de anatomía que nombraban minuciosamente hasta las partes más miserables de nuestras caras. Me enternecí por algunos segundos con escritores como Mesa Seco, convencido de que ésta, nuestra zona, era de veras “un pequeño gran país”. Diseñé un paper de crítica cultural que vapuleara, uno por uno, todos los momentos estelares de la maulinidad: la presencia de un talquino cobarde en un libro de Cortázar, el sobrevuelo asombrado de Arnold Toynbee por el curso del río de las nieblas. De esas intentonas frustradas sólo quedó un montón de papeles que Labarca ha guardado como si se tratase del muñón de una rara novela, junto a los copiosos mensajes electrónicos que con Montané nos enviamos entre Talca, Valparaíso y Barcelona, trabajando menos a que en la distancia, como diría un pariente sensiblero.
El texto que al final he ofrecido, como ustedes se habrán dado cuenta, es más bien un conjunto de pequeños textos: biografías negligentes, semblanzas al desgaire, micro-crónicas que de paso, creo yo, quieren ajustar alguna cuenta con el furor identitario de la patria chica. El influjo siniestro del Dr. Hederra resulta en ellas indesmentible, así como el recurso solapado y reiterado a la palabra muerte: con decir que cuando Labarca llevaba no más de diez fotos, a mí y a otros animales ya nos dolía dichosamente el estómago: esas imágenes revelaban algo sobre lo que éramos y al mismo tiempo sobre lo que no éramos y lo que nos espantaba ser durante nuestros accesos de terror. Ahora que dispongo del catálogo completo, y pienso en sus líneas de inclusión y exclusión, consigo imaginarme también el rostro del verdadero afuerino: es un rostro -como ustedes concordarán conmigo- hecho de pura desgana, el rostro de un jefe que da lástima, un rostro que de seguro fuerza muecas sin lograr reírse de nosotros.
Mario Verdugo
Valparaíso, 19 de diciembre de 2005
Registro de Propiedad Intelectual: 153284
ISBN: 956-310-084-0
6 Comments:
Héctor, navegando u navegando llegué a este blog. Vas a seguir escribiendo o era solo para el proyecto de los 40?
Está buenisimo!
Saludos!
Hola, me me gustó mucho tu página.
Saludos de un ex-maulino
Marcelo:
Sí, este era un proyecto de cuarenta fulanos, pero tengo por ahí otros blogs con otros trabajos, te mando uno de la toma del Liceo de Talca. http://tomadelinstitutoliterariodetalca.blogspot.com/ También saludos.
Héctor
También visiten: http://rmthelonious.blogspot.com/ donde está la expo en Santiago. Más saludos
gran trabajo
seran solo 40?
espero que no
un gran abrazo
registrandomiradas.blogspot.com
Excelente trabajo ..
vivo fuera de Chile y de verdad que me recordaste de la mejor manera a mi gente.
gracias
Gabriela
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